Por más que nos lo pueda parecer, el jamón no es patrimonio único y exclusivo de España. Eso sí, nosotros estamos convencidos de que la calidad de las piezas que se elaboran en nuestro país y la forma de hacerlo, es inigualable.
Pero más allá de este debate, en el que entra mucho la subjetividad, hay una cosa indiscutible: en España, el jamón es un elemento cultural que nos acompaña en los momentos más felices e importantes de nuestra vida.
Jamón around the world
Desde China hasta Argentina, pasando cómo no por Italia, Alemania, Francia, Portugal y por supuesto España, la pata trasera del cerdo es sin duda un alimento muy valorado.
Hace tiempo hicimos un artículo hablando precisamente de los tipos de jamón que podemos encontrar más allá de nuestras fronteras. El jamón crudo argentino, el de Jinhua en China, San Daniele y Parma en Italia, el presunto portugués, el de la Selva Negra en Alemania o el de Bayonne en Francia, son solo algunos ejemplos de formas de conservación y de elaboración de esta noble parte del cerdo. Ya sea solo, con especias o ahumado, todos ellos tienen en común dos cosas, el uso de la sal como conservante, y lo apreciado del mismo.
Sin embargo, quitando de esta lista Italia y Portugal, ninguno de ellos le da el valor que le damos en España al jamón en momentos tan importantes de nuestra vida como son las bodas. Eso sí. Nuestra gastronomía está de moda y ya son muchas las parejas de cualquier parte del mundo que solicitan jamón para comenzar con buen pie su vida de casados.
Que no falte el jamón
Es extraña la boda en España en la que falte el jamón. Y no solo en las bodas. Bautizos, comuniones, reuniones familiares navideñas o eventos populares y profesionales, son momentos ideales para acompañarlos de un plato de jamón. El jamón simboliza en España la felicidad y la abundancia.
Desde hace muchos años, los perniles salados y curados en las casas, eran los reyes de las despensas. Tal es así, que durante los duros periodos de la posguerra y los años posteriores, numerosas familias tenían que desprenderse de los jamones que habían elaborado para conseguir algo de dinero. El valor para algunos residía en los frutos de su venta para que otros más pudientes vistieran sus mesas y sus celebraciones.
Pero como decían los geniales Les Luthiers, “cualquier tiempo pasado fue anterior”, y hoy en día, el jamón se ha convertido en un producto mucho más cotidiano. Actualmente, existen jamones para casi todos los bolsillos, aunque eso no ha impedido que, cuando queramos festejar un momento importante, recurramos a él. Eso sí, es momento de tirar la casa por la ventana y comprar un jamón adecuado para la ocasión y contratar a un cortador que saque lo mejor del mismo.
Jamón y cortador: en el foco de todas las miradas
Aunque puede estar presente en la elaboración de los platos de la comida o la cena, el lugar del jamón suele estar en el aperitivo.
Durante la recepción de los invitados, en el momento de los reencuentros, los abrazos y las risas, no hay mayor placer que acompañarse de un plato de jamón bien cortado. Y para ello, nada mejor que un buen cortador.
Tenemos en España un ritual, una liturgia casi única a la que, hasta ahora, no le estábamos sacando todo el partido que merecía. Porque cuando un cortador desenfunda sus cuchillos y comienza a lonchear una pieza, todos los ojos se dirigen hacia él. Es como cuando entras a una habitación con chimenea, que el fuego parece hipnotizarte y no puedes mirar a otro lado.
La maestría del corte y emplatado es el punto y final a un largo proceso de elaboración que pone el broche de oro a esta joya que es el jamón. Por eso no hay boda ni evento que se precie sin jamón, porque el jamón es un protagonista más de las celebraciones. Un invitado de lujo en cualquier mesa del mundo.