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El jamón y la felicidad: el auténtico maridaje

Tras muchos años de trabajo juntos, de haber crecido rodeados de jamones, hace unos meses, mis hermanas y yo nos zambullimos de lleno en plasmar sobre el papel la misión de La Estrella del Jamón.

A veces, la vida va demasiado rápido, y cuando entras en una rueda como la que nuestro padre y nuestro abuelo hicieron rodar hace medio siglo, el ritmo del día a día, del aprendizaje y del trabajo, de los errores y los aciertos, te hacen funcionar en modo “piloto automático” sin saber muy bien cuál es la razón de ser de nuestra empresa. La primera vez que te plantean algo así, la respuesta suele ser tan obvia como equivocada o, al menos, imprecisa.

Hacemos jamón, eso está claro, y lo hacemos para ganarnos la vida. Hasta aquí todo bien. Pero es cierto que si quieres hacer de un trabajo tu modo de vida, si deseas luchar por él con todo lo que conlleva, o escarbas un poquito hasta averiguar el por qué de lo que haces, o cualquier curva te sacará del camino.

Nos reunimos varias veces para hablar desde el corazón, desde ese rincón en el que nuestras emociones permanecían latentes en cuanto al trabajo se refiere. Pusimos en común nuestras vivencias, nuestro día a día, nuestros recuerdos y nuestros anhelos, y pusimos el foco en la intención de encontrar nuestro propósito, nuestra misión.

Una palabra fue la protagonista de esos encuentros: felicidad. Si algo nos une, más allá de los valores comunes y de la forma que nos han mostrado de entender el trabajo y el esfuerzo, es la búsqueda de la felicidad, tanto la nuestra como la de quienes nos rodean. Por eso, tras muchas horas de charla, llegamos a la conclusión de que nuestra misión, la razón de ser de La Estrella del Jamón, no es otra que la de “hacer del jamón un momento de felicidad”.

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Aunque reconozco que en mi cabeza llegó a sonar algo extraño, algo demasiado ambiguo e incluso desalineado con el concepto tradicional de empresa, las señales externas que estamos recibiendo nos demuestran que no hacemos este camino en solitario. Solo con verbalizar nuestra misión, hemos conseguido arrancar sonrisas y miradas de complicidad de muchos amantes del jamón. Pero además, estamos encontrando distintos estudios que apuntan exactamente en la misma dirección, como la ponencia que Manuela Hernández (Directora del CICAP) ofreció en la última edición del Salón Gourmet en Madrid el pasado mes de abril.

No es una casualidad

Casualidad no, pero sí causalidad. Aunque existen tantas definiciones de felicidad como personas en el mundo, se puede afirmar que existen tres tipos de felicidad: la anticipatoria, la momentánea y la crepuscular. La primera hace referencia a las expectativas, a la perspectiva de que algo va a suceder. La segunda es la que vivimos cuando experimentamos algo agradable, y la tercera corresponde a la memoria, al recuerdo de una vivencia satisfactoria. Pues bien, el jamón está relacionado con los tres tipos de felicidad.

El jamón es un producto que genera muchas expectativas. Ya sea por el recuerdo positivo de haberlo comido o por la fama que le precede. Cuando compramos un jamón o alguien nos ofrece un plato, nuestro cerebro comienza a imaginar su sabor, haciéndonos salivar e imaginando el placer que nos va a producir comérnoslo. Porque cuando lo hacemos, cuando nos metemos una loncha en la boca, la felicidad se manifiesta rápidamente en nuestra expresión. Pero es que además, el solo hecho de recordar aquellos momentos en los que disfrutamos del jamón, ya fuera en casa de nuestros abuelos, el los recreos, en una boda o simplemente en una cena entre amigos, nos vuelve a traer esa sensación de felicidad que pocos alimentos son capaces de recrear. Es sacar el jamón en una reunión, y comenzar a dibujarse sonrisas en los rostros de los asistentes.

Esto tiene varias explicaciones. Por un lado, en España, el jamón es un producto que se puede disfrutar en el día a día, pero que no puede faltar en los grandes eventos. De ahí ese componente emocional asociado a la alegría, a la fiesta, a la felicidad. Incluso los extranjeros que nos visitan conocen esa vinculación y regresan a sus países de origen con el grato recuerdo de un plato de jamón en una soleada terraza de un bar español.

Por otro lado, existe una explicación bioquímica. Desde el color rojo del jamón, asociado al amor y a la pasión, hasta la presencia de aminoácidos como el triptófano, precursor de una de las llamadas “hormonas de la felicidad” como es la serotonina. Pero es que además, el jamón aporta vitaminas A, E, K y D (aquella que necesita del sol para ser asimilada), minerales y proteínas que mejoran nuestro bienestar, concepto sin el cual no podemos alcanzar la felicidad.

Como dijo en una ocasión Woody Allen: “El dinero no da la felicidad, pero proporciona una sensación tan parecida, que se necesita un auténtico especialista para diferenciarla”. A nosotros nos sucede lo mismo con el jamón. Puede que el jamón no dé la felicidad, pero proporciona una sensación tan parecida que…

Roberto Gómez Moreda

Licenciado en Periodismo, trabajo como encargado de producción junto a mis hermanas en el secadero de jamones que fundaron mi padre y mi abuelo, sin perder la pasión que me llevó a estudiar Ciencias de la Información.

2 comentarios en “El jamón y la felicidad: el auténtico maridaje”

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